Así es cómo me sentí luego de leer «Joyful. The surprising power of ordinary things to create extraordinary happiness.» de Ingrid Fetell Lee, como si todas mis excusas para no hacerlo se hubieran esfumado bajo el respaldo de este libro.

Ingrid Fetell Lee, durante el tercer CreativeMornings Summit, en Rock Hill N.Y. Foto: Tory Williams
Debo confesar que hasta hace tres meses jamás había escuchado de la autora. No sabía que cuenta con una charla TED con casi dos millones de reproducciones, porque, seamos honestos ¿quién tiene realmente el tiempo de ver todas las charlas TED que existen? También desconocía que desde el 2009 tiene un blog llamado «The Aesthetics of Joy» y que es la chispa detrás de la etiqueta #JoySpotting en instagram.
Conocí a Ingrid a finales de Agosto de 2018, durante el tercer encuentro bianual de organizadores de CreativeMornings, en un campamento de verano localizado en Rock Hill, a un par de horas al norte de la ciudad de Nueva York. Luego de escucharla en una breve e inspiradora charla y de realizar algunos «bailes felices» por instrucción suya, supe que necesitaba hacerme inmediatamente de su libro. Y aunque en ese momento aún no estaba a la venta —pues se publicó apenas en Septiembre de este año— cuando regresé a México pude ordenarlo y tenerlo en mi puerta al día siguiente (¡gracias Amazon Prime!).

Comencé a leerlo en mi «burbuja de lectura», que es el tiempo que dedico diariamente por las mañanas a leer libros relacionados únicamente con mi actividad profesional. ¡WOW! Jamás imaginé que «Joyful…» fuera a tener tanto impacto en la forma en que percibiría el mundo a mi alrededor. Si bien, los libros que han sido explorados dentro de mi burbuja han resultado sumamente valiosos, sus temáticas son hasta cierto punto, comunes: branding, mercadotecnia, productividad, design thinking… pero la alegría como objeto de estudio era algo inexplorado para mi.
Concebir la alegría como la finalidad de un objeto, un espacio o una experiencia, me resultaba —como bien lo menciona Ingrid— algo sumamente deseable, pero prescindible. No resuelve problemas reales, no es «adulto» ni «profesional», ¿cierto? Error.
Ingrid hace una extensa y profunda investigación sobre el asunto. Divide el contenido del libro en diez conceptos, que conforman lo que ella define como aesthetics of joy, y proporciona no solo ejemplos claros y resultados comprobados mediante estudios de situaciones concretas y casos de organizaciones reales, si no que, como buena discípula de IDEO, también incluye un toolkit que permite que la aplicación de estos principios en proyectos de diseño sean sencillos y efectivos.
Luego de leer el contenido de este libro, de asimilarlo y de hacerlo mío, debo admitir que me siento con el permiso de añadir dosis de alegría en mi día a día sin reducirlas a un mero deseo infantil: Adquirí unos zapatos amarillos (¡hola energía!). Me permití usar un cuaderno con tapas cubiertas de brillantina (¡bienvenida celebración!). Cambié la puerta principal de mi hogar por una color verde chartreuse en una comunidad donde las casas son pintadas en una sobria escala de grises (¿alguien dijo sorpresa?) y planté una bugambilia de intensas flores moradas junto a ella (¡hey abundancia! ¿en dónde te habías metido?).
Estoy empíricamente segura (¿acabo de inventar un nuevo término?) de que mi estado de ánimo también se ha transformado debido a la incorporación intencional de estos elementos en mi vida, tanto así, que hace un par de días hice de manera totalmente espontánea algo que jamás me hubiera atrevido estando sola: personificar en toda su gloria aquella escena de «500 days of summer» en la que Joseph Gordon-Levitt baila en el centro cívico de Los Ángeles al ritmo de «My dreams come true», solo que mi canción era «All over the world» the Electric Light Orchestra, la música sonaba únicamente en mis audífonos y me encontraba cruzando un puente peatonal sobre la avenida López Mateos. Y no, no hubo un grupo de personas que bailara una hermosa coreografía a mi lado, pero si un gran número de ellas preguntándose si acaso había enloquecido. No me importó.
Pero volviendo al tema, creo que para nosotros como creadores, «Joyful…» es una gran —y muy necesaria— herramienta en un mundo en el que los objetos, los espacios y las experiencias carecen de esos elementos estéticos que, hasta antes de este libro, era difícil identificar con nombre y apellido; y citando a Ingrid:
“[…] joy is what makes life worth living. And yet for some reason, we have decided that it is superfluous […]. Systematically, joy was squeezed out of the places where we spend most of our days. And the same thing happened to our physical environment”.
El mundo necesita más alegría. Diseñémoslo intencionalmente en torno a ella.